Enero

viernes, 3 de enero de 2014

La prevención de la violencia es algo más.


La violencia tan presente en nuestras vidas, es estudiada y contrarrestada desde diversas perspectivas, hoy queremos referirnos a la violencia social desde la ciencia que la estudia. 
Debe entenderse  la conducta antisocial, como aquella que ataca, destruye, infringe, daña, deplora o que está en contra de la sociedad donde vive, de sus normas, leyes o costumbres, es decir, en la mayoría de los casos, los delincuentes.
La Criminología es la ciencia que se encarga del estudio de las conductas antisociales; de sus causas y sus consecuencias, con el fin –entre otros– de prevenirlas.
Según Antonio García-Pablos De Molina, estudioso español  la criminología,  “estudia el crimen, la personalidad del criminal y el control social para evitar esta conducta; además, trata de suministrar información científica, contrastada sobre la génesis, dinámica y variables del crimen desde lo individual hasta lo social, así como los programas de prevención y tratamiento del ser antisocial”.
Es preciso enfatizar  tres palabras del concepto anterior: “criminología”, “científica” y “prevención”. Resulta clave acentuar estos tres aspectos, ya que justificamos con esto que la prevención de la delincuencia, científicamente es competencia de la Criminología. Vamos entendiendo que hacer prevención del delito es más complejo que simplemente repetirlo en discursos políticos, nombres institucionales y/o de programas de Estado.
Los sectores clave con los que se debe trabajar son el económico, científico, político, religioso, familiar y administrativo.
En el orden económico se debe evitar la escasez y el alza en los precios de las sustancias alimenticias básicas, esto previene mejor que el mismo Código Penal, la comisión de delitos contra la propiedad.
El contrabando se debe atacar reduciendo las tarifas fiscales; se debe gravar más la producción de ciertos productos no sanos como el alcohol, y dejar libre de impuestos los productos de primera necesidad. Se debe mejorar la infraestructura urbana como el alumbrado público, hacer calles más amplias y reducir las zonas criminógenas –en criminología, entiéndase como lugar que por sus características específicas, se pueden manifestar un índice mayor de criminalidad–.
En el aspecto político, para prevenir los atentados, los regicidios, las revueltas, conspiraciones, manifestaciones con violencia, golpes de Estado o guerras civiles, es necesario fomentar la plena libertad de opiniones, el respeto a los derechos individuales y sociales, y la aplicación rigurosa de la ley a quien la viole.
En lo educativo, se deben vigilar las escuelas; la supresión de los lugares de vicio cerca de las instituciones educativas, y una pedagogía de calidad que baje los índices de abandono del estudio. Se debe mejorar la condición de los profesores.
En lo familiar, se deberían tener recursos legales actualizados y accesibles para en caso necesario, dar atención pronta a las dificultades que pudieran surgir en la vida de pareja, y salvaguardar los derechos de los hijos.
El sistema de justicia debería ser riguroso y expedito, que ofrezca una eficaz reparación del daño causado a las víctimas del delito.
Para prevenir la delincuencia, se requiere de programas que atiendan las causas originales que la provocan, y para lograr lo anterior, se requiere de investigación científica-criminológica, que logre esa aproximación. 
Todo lo que hemos descrito en este articulo corresponde a la Cultura de la Legalidad, que va más allá del discurso; en la prevención del delito debe siempre considerarse que la multiplicidad de factores donde definitivamente somos todos responsables.