Para los adultos, las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) han supuesto un esfuerzo de actualización de conocimientos que ha derivado en un uso de estas herramientas preferentemente “utilitario”, en el sentido de que son medios para la obtención de cosas muy concretas. Sin embargo, los nacidos en la sociedad de la información se aproximan a Internet de un modo diferente. Ellos “están” en Internet, es parte de su medio y lo utilizan con mucha más naturalidad. El espectacular desarrollo en la actualidad de las llamadas redes sociales está directamente relacionado con esta forma de entender Internet. La red de redes ya no solo ofrece información y comunicación útil, práctica, necesaria… También ofrece un espacio donde interactuar con otros internautas y establecer relaciones sociales. Muchas personas ajenas a esta nueva tecnología quizás vean estas relaciones como demasiado artificiales, con pocos lazos de unión entre los individuos o exclusivamente virtuales y que poco o nada afectan a la vida diaria. Pero para los que han nacido inmersos en esta sociedad de la información, Internet es más que una fuente de conocimientos: Es un lugar de encuentro, de ocio, de expansión, que forma parte de su vida cotidiana. Consecuentemente, los problemas cotidianos también se han trasladado a Internet y las formas tradicionales de paliarlos se han tenido que actualizar para adaptarse a este nuevo medio: La policía ha tenido que desarrollar nuevas herramientas para investigar los delitos que se cometen en la red, las empresas para mejorar su competitividad, las instituciones para llegar a a la mayor población posible, etc.
Los psicólogos también han de adquirir nuevas herramientas y conocimientos para desempeñar su labor dentro de esta nueva realidad. Cuando uno se enfrenta al estudio del abuso sexual en la infancia y sus variantes, descubre que los manuales de psicología hacen referencia a un entorno previo a la existencia de Internet y no tienen en cuenta esta nueva realidad, ignorando una situación de riesgo que, aunque sí que puede estar relacionada con el entorno familiar, por ejemplo, no lo hace de la manera tradicional. Así, en un caso en el que se sospeche, por los indicadores comportamentales del menor, que pudiera estar sufriendo unos posibles abusos mantenidos en secreto, sería muy fácil sospechar que el autor podría ser una persona muy próxima al niño, cuando la realidad pudiera ser muy distinta, como veremos a continuación.
La definición de abuso sexual infantil, como la de otros muchos conceptos en psicología, está llena de dificultades. No existe unanimidad ni a la hora de determinar la edad límite del abusador o de la víctima ni al tratar de catalogar las conductas que se consideran abusivas. En relación a las edades, unos abogan por una diferencias claras en años entre abusador y víctima y otros, para incluir en la catalogación el abuso cometido entre menores, se centran más en una relación de desingualdad entre una persona con mayores habilidades de manipulación y otra que no las posee. En lo referente al catálogo de las conductas abusivas, unos incluyen todas aquellas en las que ha habido contacto anal, genital, oral, exhibicionismo, voyerismo o producción de pornografía y otros excluyen todas aquellas en las que no haya un contacto físico directo. A pesar de estas divergencias, existe unanimidad en dos criterios necesarios para que haya abuso sexual infantil: Una relación de desigualdad entre abusador y víctima y la utilización del menor como objeto sexual.
En cuanto al abusador o agresor, lo normal cuando el abuso es cometido de forma frecuente y duradera y no suele haber conductas violentas asociadas es que éste sea un familar (incesto) o una persona relacionada con la víctima (profesor, entrenador, monitor, etc), y lo contrario, es decir, que se trate de una persona desconocida, cuando es un hecho aislado y/o se comete de forma más violenta.
Las situaciones de alto riesgo tradicionales incluyen a niños con capacidad reducida para resistirse o delatar al abusador, como son los que todavía no hablan y los que sufren retraso en el desarrollo, niños de familias desorganizadas, prepúberes con muestras de desarrollo sexual, niños carentes de afecto o víctimas de malos tratos. Internet, tal y como veremos más adelante, amplía este catálogo a niños que pasan mucho tiempo solos conectados a la red sin una supervisión adulta y sin unas instrucciones claras de cómo navegar de forma segura. La red de de redes ha creado una nueva situación de riego: El grooming.
“Podemos definir Grooming de manera sencilla como el conjunto de estrategias que una persona adulta desarrolla para ganarse la confianza del menor a través de Internet con el fin último de obtener concesiones de índole sexual. Hablamos entonces de acoso sexual a menores en la Red y el término completo sería child grooming o internet grooming. Desde un acercamiento lleno de empatía y/o engaños se pasa al chantaje más cruento para obtener imágenes comprometidas del menor y, en casos extremos, pretender un encuentro en persona. El daño psicológico que sufren niños, niñas y adolescentes atrapados en estas circunstancias es enormei.”
El grooming comienza, evidentemente, con el contacto del abusador con el menor a través de Internet. Para ello, el abusador utiliza lo que en Internet se ha llamado “Ingeniería Social”, una herramienta muy usada por los primeros estafadores informáticos en el fraude a las compañías telefónicas, consistente en manipular a las personas para obtener información privilegiada haciéndose pasar por otras personas o por determinadas empresas, y conseguir así códigos de acceso mediante engaño, eludiendo con ello los sistemas de seguridad. Posteriormente, la “Ingeniera Social” se ha utilizado en todo tipo de estafas y robos de datos, como accesos a cuentas de correo, a la banca on-line, etc. y entre los delincuentes informáticos se considera esta técnica más un arte que una simple herramienta, habiendo sido mucho más efectiva que la mayoría de los virus creados para el mismo fin.
La “Ingeniera Social” será aplicada por el abusador en foros, chats, páginas web y juegos on-line dedicados especialmente a niños, en los que se hará pasar por uno más de ellos. Tras encontrar algún interlocutor receptivo, se irá ganando su confianza y lo que al principio serán inofensivas conversaciones sobre temas infantiles, poco a poco irán derivando hacia la obtención de datos personales. El abusador es un cazador paciente, y esta labor de recopilación de datos personales puede durar incluso semanas, pero siempre habrá unas preguntas claves al principio de la relación que le ayudarán a seleccionar a su víctimas “ideales”: “¿Qué edad tienes? ¿Dónde tienes el ordenador? ¿Estas solo o acompañado? ¿cuánto tiempo estás conectado a Internet?”
Estas preguntas están destinadas a seleccionar a un menor que pase mucho tiempo solo delante del ordenador y que, además, lo tenga instalado en un lugar privado, fuera de la mirada de terceras personas, preferentemente en su habitación. Como en la vida real, estas condiciones son las idóneas para poder cometer el abuso con impunidad. Ante la oferta de miles de posibles víctimas que ofrece Internet, el abusador puede elegir mediante las preguntas iniciales a la mejor de ellas de entre todas las que se han expuesto a su alcance.
La segunda fase es la provocación: el abusador comienza a dirigir las conversaciones a temas sobre sexo e incluso envía a través de los programas de mensajería tipo Messenger o similares imágenes pornográficas. Si el menor siente curiosidad por los temas propuestos y por las imágenes mostradas, se pasa a la siguiente fase, la “educación”.
En esta tercera fase es típico preguntar al menor si se ha masturbado y si sabe como hacerlo de manera diferente. Ante la respuesta negativa comienza la “educación” por parte del abusador. Estas enseñanzas no se limitan a explicar cómo se realiza una masturbación, sino que suelen desviarse a modos perversos y sugerir la utilización de accesorios como cepillos del pelo, mascotas, etc.
Conseguido esto, aunque sea en sus objetivos mínimos, se pasa a la fase de la captura de pruebas. El abusador pide al menor que realice la masturbación delante de la cámara web o que se haga unas fotografías mientras la realiza y que las envíe por correo electrónico. Con la grabación o las fotografías en su poder se pasa a la fase final, el control.
Una vez ha obtenido toda la información personal sobre el menor y las grabaciones de la cámara web o las fotografías, el que se hizo pasar por otro menor, colega de confidencias y experimientación, se transforma de repente en un tirano adulto que posee información confidencial y que amenaza con hacerla pública. Si desde ese momento el menor no hace todo lo que se le diga, el vídeo o las fotografías llegaran a sus padres, a sus amigos, a sus profesores, etc. personas todas ellas de las que, pacientemente, el abusador ha ido recopilando nombres y apellidos, direcciones, números de teléfono, direcciones de correo electrónico, lugares de trabajo, etc. Desde este momento, el niño pasa a ser un simple objeto sexual y se convierte en una marioneta en manos del abusador. Se le exigirán más grabaciones y más perversiones frente a la cámara web, siempre bajo la amenaza de la humillación pública. El control en esta fase llega a ser tan grande que el abusador puede atreverse en estos momentos incluso a concertar una cita con su víctima si las circunstancias lo permiten y perpetrar el abuso físico. Este control del niño puede durar semanas y generalmente termina cuando los padres o cuidadores descubren lo que está ocurriendo, alertados por los cambios en la conducta del menor.
El método expuesto es el “perfecto”, el que muy rara vez se dará en todas sus fases, pero cualquiera de ellas puede afectar psicológicamente al menor, desde las conversaciones de temática sexual hasta la visión de imágenes pornográficas interpretadas desde la visión del abusador, por lo que, estando dentro del grupo de riesgo, hay que tenerlas en cuenta cuando se investiguen conductas sospechosas de abuso en menores y no se puedan determinar unas causas claras.
Desgraciadamente, los pedófilos en Internet se han convertido en un grupo minoritario pero muy activo. A través de la red se comunican, se dan a conocer e incluso han propiciado campañas para difundir su “filosofía”, mediante la que defienden el amor libre entre adultos y niños (como por ejemplo las campañas protagonizadas por la asociación norteamericana NAMBLAii). Antes de Internet, el pedófilo era una persona generalmente asilada, consciente de que su parafilia era algo “inmoral” y temoroso de hacerla pública; pero el actual se siente apoyado por cientos de personas como él con las que contacta a través de la red y comparte experiencias y consejos. Además, Internet se ha convetido en su coto de caza donde poder dar una salida a sus instintos de una forma anónina y por lo tanto, segura. Por todo ello, aunque el grooming sea poco probable, y más difícil aún que se de en todas sus fases, no lo es menos que sufrir cualquier otro tipo de delito grave a través de Internet, pues existe un colectivo que utiliza la red exclusivamente con fines delictivos, entre ellos, los pedófilos. Se han detectado en determinados foros de la red comentarios de supuestos pedófilos en los que presumen de tener controlado a cierto número de niños y que los pueden “prestar” a otros pedófilos cuando quieran, simplemente pasándose la cuenta del Messenger del menor. Evidentemente, estas aseveraciones pueden no ser ciertas (seguramente no lo sean), pero delatan la intencionalidad clara de estos personajes en su uso de Internet: La captura, control y exhibición de sus logros, amparados en el anonimato que ofrece la red. Tienen intención de “cazar” en un territorio que incluye la propia habitación del menor conectado a Internet.
Los niños, como usuarios de internet, están expuestos a los mismos riesgos que los adultos (aunque haya mucha gente que lo ignore) con el agravante de que, tal y como se dijo anteriormente, exploran con menos miedo el entorno virtual y carecen de las capacidades defensivas de sus mayores. Son más propensos a utilizar herramientas como los chats, los juegos on-line y los programas de mensajería, herramientas todas ellas que favorecen entablar contactos con desconocidos y que pueden resultar peligrosas si no se controlan adecuadamente. En un estudio realizado por ACPIiii y PROTEGELESiv para el Defensor del Menor en 2002, sobre los hábitos de navegación de los menores en España, se obtuvieron algunos datos preocupantes:
* El 30% ha facilitado su número de teléfono en alguna ocasión.
* El 16% ha facilitado su dirección a través de Internet.
* El 14,5% ha concertado una cita con un desconocido.
* El 54,5% no ha recibido información sobre las normas básicas de seguridad a la hora de utilizar Internet.
* El 86% accede a contenidos desde ordenadores que no disponen de ningún sistema de filtrado.
* Un 44% se ha sentido acosado/a sexualmente.
* Un 11% ha sido víctima de insultos por parte de otros internautas, , un 4% ha recibido correos no solicitados con contenidos desagradables y otro 1,5% informa haber sentido miedo en alguna ocasión.
Con todos estos datos, es sencillo comprender que los menores corren peligro en Internet y necesitan unas herramientas básicas para no caer en la garras del pequeño, pero activo, porcentaje de delincuentes que utilizan la red. El que carezca de estas herramientas de defensa será una víctima potencial de muchos delitos, entre ellos el denominado “grooming”. Para evitarlo, a los niños hay que instruirles en el uso de Internet y hay que dotarles de unas normas mínimas de seguridad, entre las que figuraría el control de la cámara web. La constante amenaza de muchos educadores de “si hay algún problema con el ordenador te quito Internet” tampoco es útil, ya que, además de la gravedad de la prohibición del uso de una herramienta tan extraordinaria y necesaria para el presente y futuro del niño, para evitarla los menores dejaran de informar de cualquier incidencia que les ocurra, temerosos de las represalias. Hay que tener una actitud colaboradora e informativa y tener previstas las incidencias y las respuestas a las mismas. El menor tiene que tener claro desde el mismo momento en que comienza su navegación que no puede facilitar información personal de ningún tipo. El cuidador o cuidadora tiene que conocer el uso de Internet y su funcionamiento básico para ser el primer orientador en la navegación del niño, en lugar de dejarlo en otras manos. Si el menor es orientado correctamente en su navegación no tiene por qué acceder a contenidos inapropiados, pero aún así, hay que tener previsto que hacer si, accidentalmente, se descubre una página pornográfica, se recibe algún mensaje con contenidos de este tipo o se presencian conversaciones inapropiadas para su edad. Estas deben de ser las señales de alarma para que el menor avise a sus padres o cuidadores y que estos tomen las medidas necesarias, que no deberían de ser, como se ha dicho, represoras.
Mi intención con este artículo solamente es la de dar a conocer un contexto más a la hora de investigar unos posibles abusos a menores, no la de explicar la forma correcta de navegar por Internet. Aún así, hay que tener presente que existen programas de filtrado de contenidos (llamados de control parental) que eliminaran de forma automática la mayoría de las amenazas y a los que, manualmente, se les podrá añadir aquellos que no se detecten en un principio. Esto, junto al plan de aviso de incidencias y la supervisión de un adulto, permitirán un acceso a Internet sin peligros.
Por último señalar que, aunque Internet parezca un medio anónimo, realmente no lo es. Los autores de estos abusos pueden ser identificados por las cuentas de correo electrónico utilizadas para contactar con el menor, por los lugares comunes a los que ambos han accedido (como por ejemplo un chat para niños) y por infinidad de pistas más que toda navegación en la red deja. Es por ello que nunca, una vez detectado el grooming en cualquiera de sus fases, se debería “olvidar el asunto”. Hay que denunciarlo ante las autoridades competentes y salvaguardar las pruebas existentes en el ordenador para que sean investigadas por los equipos especializados de cualquiera de las policías de nuestro país. El abusador, como cazador que es, tras perder a una de sus víctimas, probará suerte al día siguiente con otra y el no dar a conocer sus actuaciones simplemente estará sirviendo para que perfeccione sus habilidades y se haga más eficaz.